Era nochebuena. Mi suegra estaba en la cocina, terminando de preparar la cena. Elisa y yo nos habíamos adelantado a poner la mesa. Esperábamos también a los niños, que estaban correteando por el pasillo. Antes de que llegasen, miré a Elisa a los ojos y le confesé la verdad:
- Llevo meses acostándome con tu hermana. El hijo que espera es mío.
No resultó difícil ser sincero. Pero ella no estaba preparada para oír aquello.