sábado, 31 de diciembre de 2011

Nunca te dije que se va este año

Se va este año. Y yo me resguardo en mi habitación después de haberme duchado. Tengo mi nuevo portátil en mis manos. Y estoy dispuesto a escribir mi último post de 2011. En el salón, mi tía habla con mi primo por teléfono. No se dicen cosas bonitas. Odio a la gente que discute en estos días. Odio que algo salga mal en los días supuestamente felices. Bueno, en realidad odio que la gente discuta cualquier día del año, o que las historias terminen mal. Pero no todas las historias acaban bien siempre. En eso consiste a veces sobrevivir... 

En fin, está claro que uno no siempre puede elegir cómo acaban las historias (excepto cuando las escribe).  Pero la realidad no es como la ficción. Es bien distinta. Y la realidad es que no volveremos a vivir más lo que hemos vivido en 2011. Aunque probablemente caeremos en los mismos errores. Quizás volvamos a sentirnos perdidos y desorientados. Quizás volvamos a hacernos daño. Y luego, quizás nos reencontremos y queramos abrazarnos eternamente... Ciertamente, no sé lo que pasará en 2012, pero me gustaría que fuese contigo. Y me gustaría borrar todo lo malo que sucedió en 2011, para empezar de nuevo. Sin daños, ni temores, ni rencores. Pero ¿Y si pudiéramos aprender de todo lo malo? Quizás para eso están esos momentos. Y quizás debamos pensar también en los momentos felices que compartimos en 2011 (Nota: he escrito esos momentos felices pero los he borrado de este post porque no quiero llevar cuentas del bien ni del mal. El verdadero amor no las lleva: simplemente se renueva para seguir siendo verdad). 


Se va este año. Y antes de que se vaya me gustaría decirte que muchas veces pensé que no supe quererte bien. Y que tú tampoco supiste hacerlo. No supimos gestionar la indefinición. Ni controlar o acompasar siempre nuestros tiempos (otras veces sí lo hicimos). Así que por eso nos hemos hecho mucho daño. He derramado lágrimas inútiles. He sentido impotencia, rabia y dolor. He sentido deseo de desaparecer y de poseerte al mismo tiempo. Pero también hemos reído como nadie o deseado en la distancia. Además, nos hemos hecho daño sin quererlo. Sin maldad. Sin querer fastidiar. Sencillamente, hacíamos daño porque actuábamos desde la inconsciencia, o desde la creencia de que nuestro modo de actuar era el mejor para el otro (tratando de hacerle el menor daño posible con nuestra actitud de distancia o disimulo). Y eso habla, para mí, del tipo de amor que sentimos.

Se va este año. Y ahora que queda poco para que se vaya, y que mi madre grita para que me acerque a la mesa, recuerdo perfectamente tu último post de 2010, en el que hacías resumen de lo vivido durante el año. Recuerdo que había cosas buenas y malas. Que hablabas de gente importante en 2010 y que había muchos contrastes para ti en ese año. Siempre hay contrastes en un año. Siempre hay tonos de color en un año. Los hay incluso en un día o un momento. De hecho, recuerdo que enero empezó muy mal pero que acabó con 5 días rojos, en un calendario, que luego dejó de tener color... pero deseo que sea rojo durante cada día de 2012 (con algún azul y algún verde, que te recuerde el valor del rojo... pero con verdes y azules escasos...) 

Se va este año. Y tengo una lista de mil deseos para que seas feliz. Porque hay más de 101 motivos para seguir luchando. Hay más de 2012. Pero solo hay dos que importantes: tú y yo.

Feliz 2012.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Despedidas cuando llegas tarde (o de cómo no se quiere bien)

Si yo fuera tu asesino, conmigo nunca tendría clemencia
y me condenaría a muerte: que es condenarme a tu ausencia
(Amo tanto la vida, Ismael Serrano)

La historia de uno de los primeros relatos de ficción que escribí tenía lugar en una estación de autobuses. El relato era breve y conciso. Describía los pensamientos y reflexiones de pasajeros y paseantes. Por entonces, yo escribía relatos breves y concisos. Escribía relatos imaginarios y no era prisionero mí mismo. No me cuestionaba cada frase, ni trataba de encontrar la forma perfecta para llegar al fondo de lo que sentía. Era la época en que me engañaba con ilusiones de adolescente pensando que tenía cierto talento para la escritura. 

Ahora escribo post (que siempre juzgo demasiado largos) y escribo a veces sin saber por qué. Pero soy consciente de que cuando tengo que coger un autobús, o un tren, o un avión, suelo ir con la hora pegada en el culo. Voy tarde a las estaciones, como voy tarde a las citas o a casi cualquier situación u oportunidad que me ofrece la vida. Y creo que me gusta ir tarde a las estaciones porque me gusta sentir el vértigo de la improvisación y evitar las despedidas. Sí. Es eso. Creo que ya tengo bastantes cosas planificadas en mi vida diaria como para planificar también mis despedidas.

Quizás el verdadero problema es que odio las despedidas. Eso de estar frente a la persona que quiero y decirle que voy a echarla de menos, me supera. Y me siento incómodo diciéndole que la quiero mucho, y que cuando se vaya estaré perdido, y que por eso no quiero que se marche, porque soy egoísta y no quiero sentirme solo, ni quiero que ella se vaya y se sienta sola. Esa es la verdad: odio que la distancia física nos separe, que nuestros universos paralelos solo se solapen durante un tiempo: hasta que se rompen las ilusiones y llegan las despedida... 

En fin... Que no sirvo para las despedidas. Porque cuando estoy en una estación, no sé decirle a la persona que tengo frente a mí que me gustaría estar siempre con ella, porque es importante para mí, porque estando a su lado siento que soy mejor persona y que los buenos momentos que compartamos compensarán con creces (y para siempre) los malos... no sé explicarle a esa persona que disfruto cuando reímos y cuando hago el tonto y se ríe con mis bromas... ni sé cómo explicarle que nadie como ella sabrá acurrucarse así de bien a mi lado en el sofá... porque nadie sabrá conversar así conmigo, ni sabrá nadie  cómo acariciar mi cuerpo para sobrellevar mi insoportable levedad.

Me han dicho que llevo un ritmo demasiado ajetreado. Y reconozco que muchas veces he ido acelerado por la vida. Pero muchas veces lo he hecho para aprovechar la inercia de la felicidad, la locura del Carpe Diem y la embriaguez de mis elucubraciones calenturientas. Muchas veces he ido acelerado por la vida para evitar un adiós. 

Pero uno no siempre logra lo que se propone. Así que no siempre he podido  evitar las despedidas. Y muchas veces me he visto en estaciones o aeropuertos, abrazando a gente entre lágrimas, porque no sabía cómo podía transmitir mis sentimientos. Hasta que hace dos días me (re)encontré con esta canción, que habla de una despedida. La canción no es importante para mí porque trate de despedidas. Hace ya tiempo que me convencí de que la única despedida real es la muerte. Y yo nunca me he planteado morir (al menos no de momento). 


El caso es que la canción es importante para mí porque habla de la incapacidad de saber amar. De la incapacidad de saber transmitir de forma adecuada un sentimiento. Y muchas veces me planteo si quiero correctamente a la gente que me rodea... Porque quizás amo equivocadamente. Pensando que debo pensar en el otro, para satisfacerlo y complacerlo. Olvidándome de mí mismo... Y eso no es bueno para nada. Porque es estar equivocado y porque amar así no es amar bien. Pero tengo ese defecto y no sé cómo puedo vencerlo. Y quizás sea verdad eso que dijo una vez mi madre: y callo demasiadas cosas. Pero cuando lo voy a cambiar, siempre pienso que si no no sirvo para las despedidas, ni siquiera serviré para la vida. Porque si la despedida es el momento del último adiós, en el que debes decir todo lo que piensas de veras, y yo muchas veces lo callo o lo evito... cómo coño voy a ser capaz de amar de verdad... Así que ahora pienso que no llevabas razón cuando me dijiste que yo había sabido quererte... Porque ahora sé que no he sabido. Y no sé si sabré...

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Nunca te dije que no eres tóxica


A veces pienso en tu disimulada ausencia, en tu dolor sempiterno, en tu reacción inesperada, en tu melancólica muerte (que me recuerda a la de Chico Ostra), en tu modo de enjuiciar mis palabras, en tu castigo reiterativo e involuntario y en tu incapacidad para cuidar los pequeños detalles. Y entonces siento que me gustaría plantarme, decirte basta, alejarme de tu vida. 

Y pienso que quizás llevas razón. 
Quizás lo mejor es alejarse. 
Evitar esa toxicidad 
que dices desprender
y desaparecer cualquier día... 

Pero luego, no sé cómo ni por qué, pasa algo y me derrumbas. O me derrumbo yo solo, derrotado por mis propios anhelos y por los recuerdos y los años compartidos. Y entonces pienso que si de veras eres tóxica, lo que me gustaría de veras es cogerte con fuerza, atarte a la cama, taparte a los ojos y abrirte de piernas para poseerte. Para follarte muy fuerte. Y lo que de veras quisiera en esos momentos es lamer el jugo de tu toxicidad. Intoxicarme con el venenoso líquido que emana tu clítoris. 

Y pienso que quisiera morir así. 
Embriagado por tus flujos, 
ahogado por la fuerza de tus piernas
que aprietan mi cabeza
mientras tú GRITAS de placer... 

Siempre me quedo con el segundo pensamiento. Porque mi vida es mucho mejor si tú estás dentro...

Siento que estoy condenado

Por primera vez en mucho tiempo tengo la sensación de que no voy a cambiar las cosas. Tengo la sensación de que no importa lo que escriba. Siento que al final las palabras que surjan de mi boca serán como la voz que clama en el desierto. Y pienso que aunque logre despertar una tormenta de arena si grito muy muy fuerte, mis palabras resultarán en vano. Porque las palabras ni siquiera sirven ahora para ordenar lo que siento (y al fin y al cabo yo escribía para eso ¿no?)

El caso es que tengo cinco o seis posts acumulados escritos en los últimos días. Y cuando los releo, siento que esos posts reflejan lo que siento solo parcialmente. Solo por momentos. ¿Es porque los recuerdos de este año pesan demasiado? ¿O es que acaso son ligeros y lo que pesa no es más que mi propia vida?

Anoche, en un gesto de rabia, decidí aunar todos mis escritos pendientes en un único post. Estuve tentado de publicarlos y hacer luego mutis por el foro. Porque tengo una cierta sensación de pérdida, de impotencia, ante todo lo que sucede a mi alrededor. Tengo en mi mente el recuerdo repetido del cementerio en Roma que encontraba cada día en mi camino a la universidad. Gente que lloraba, vestida de negro. Gente sin esperanza, que solo viven en el pésame de lo inmediato y son incapaces de ir más allá. 

Ahora yo noto la muerte deambulando a mi alrededor. Noto la amenaza de la neumonía, la hepatitis por pastillas adulteradas y la tentación del alcohol. Noto el líquido de la quimioterapia y el cáncer de mama. Noto la presión de una agenda insatisfecha. Y me ahogo cuando pienso en una decisión precipitada, en una huida hacia mi mismo. En las palabras que guardo y en las que digo y que nadie entiende. Y pienso en la puta mierda que trago a cubos, sin lograr evacuarla. ¿A dónde conduce toda esta estupidez, que es la vida?

No lo sé. Pero no quiero volver a endurecer mi corazón. No quiero volver a ser la roca que un día fui. Y sin embargo, a veces pienso que estoy condenado a ello... Y por eso les escribo una carta a los reyes magos. Y les pido, entrelíneas, que alguien o algo venga un día y me rescaten del naufragio. Aunque sepa que las palabras de esa carta resultarán en vano. Porque ni siquiera sirven ahora para ordenar lo que siento...

lunes, 26 de diciembre de 2011

Nunca te dije que me queda poco por decir

Nunca te dije que todo fluye

Como todo fluye y nada permanece debo fluir yo también. Para aprender y evolucionar. Para volver a ser yo mismo. Para no vivir nunca más a la sombra de un anhelo. Porque ahora que abandono esta ciudad con la imagen del Coliseo, pienso que todo es vetusto. Que solo hay sitio ya para los heridos y no hay  ningún espacio para un nuevo te quiero

Debo dar un paso hacia delante. Para no probar más estas hieles, que nacen en tus labios y saben a hierro oxidado y desencanto indefinido. No me gusta saberme vencido por la ridiculez y el esperpento. Ni me gusta cómo huele la decepción. Estoy harto de probar la pólvora, de ahogarme en anhelos ajenos... Se acabó. Let's move on. Porque no hay más alternativa que continuar. Y aprender a llevar las cargas que nos corresponden. A cada cual la suya. Y a mí las tuyas, que me obceco en cargar sin necesidad.

Yo hice lo que estuvo en mi mano. Y aún lo hago a veces. Cuando perfumo la estancia en la que estamos. Cuando me visto con una sonrisa y recurro a los recuerdos del pasado. Pero cometo errores y esbozo entre sonrisas los sueños de un futuro que te resultan ajenos y dolorosos. Let's move on. Probablemente se acabó. Y probablemente no seas culpable de nada. Pero yo quisiera no seguir aquí, estancado. No quisiera volver a pensar que te sientes dolida al leer estas líneas. 

No quiero estar agazapado siempre en el mismo lugar. Viendo cómo los muros de esta habitación se destruyen. Voy a salir a la calle. Voy a dejar que la lluvia se cale en mis huesos para pasar luego tres días en cama y volver a pensar en lo que significa rozar la muerte. Quiero cambiar de aires. Y ser yo mismo. Quiero ser algo contigo. Es el mismo deseo de siempre. Con la misma frustración que resurge en cada esquina. En cada vacío sueño. Y en cada madrugada fría en la que no me abrazas... Cuando miras atrás e ignoras mi presencia siento que vivo anclado en el mismo fracaso que se repite indefinidamente. Debo aprender a vivir en ese vacío... Y debo aprender a decir arrivederci...

Ciao Roma. Nunca te dije que pronto acabará todo...



Nunca te dije que pronto acabará todo


A veces pienso en tu disimulada ausencia, en tu dolor sempiterno, en tu reacción inesperada, en tu melancólica muerte (que me recuerda a la de Chico Ostra), en tu modo de enjuiciar mis palabras, en tu

Lunes al candor de tu ausencia

Último lunes del año. Sentado en la butaca junto a la estufa, sostengo en mis manos el móvil desde el que escribo. Escribo por la necesidad de reencontrarme. De ser yo mismo. O por volver a ser el sueño que una vez imaginé para mí. El tiempo nos demuestra que se es lo que se es. Así lo entendía Jorge Drexler. Y así lo sentía yo. Fue una de las cosas que sí te dije. Aunque al final, por expresar mal ese sentimiento, terminamos discutiendo. Quizás ahi comenzó mi engaño. Mi necesidad de explorar tu cuerpo. Mi deseo de saber de primera mano, si es cierto eso que dicen de que uno puede ser lo que le gustaría. Y pasado un año, aún tengo dudas al respecto. Se lo dije hace un par dias a Lucía, después de haber hecho el amor en su coche, apartados en un rincón de la montaña, ocultándonos de la luna y volviendo a ser nosotros mismos. Fue un buen polvo seguido por una conversación eterna. Una conversación que siempre es la misma. Porque las palabras vuelven siempre a los temores y me convencen de que no debe ser tan difícil claudicar por fin, de una vez por todas y para siempre. Fue sexo con amor. Fue prohibición. Fueron caricias bien dirigidas para propiciar el orgasmo eterno. 

Escribo en el móvil por la necesidad de escribir y miro la mesa sobre la que está el libro de Unai Elgorriaga que me estoy leyendo. Y pienso en libros que nunca voy a escribir, y en los que regalé (y en los que me regalaron), y pienso en los títulos sugerentes que jamás vendrán a mi mente, porque cada vez está más debilitada, de tanto ardid insatisfecho, de tantas veces como he tratado de engañarme a mí mismo.

Suena el gallo. Es tarde para que el día amanezca, pienso. E inmediatamente después suena un mensaje de whatsapp, para ensalzar el contraste entre dos mundos. Y voy a mirar quién me escribe. Y entonces alguien tose. Mi abuelo tose. Lo hace mucho últimamente y seguirá tosiendo hasta que un dia deje de hacerlo. Y ese dia probablemente  no importe quién fui, ni quién quise ser. Quizás ese dia me importe todo una mierda, incluso follar oculto en un coche familiar, a las 3 de la madrugada. Quizás entonces no tenga que mentir e inventarme que hago el amor con Lucía.

Leo el mensaje de whatsapp ¿Importa quién es? Se llama X y me cuenta su historia. Es la historia del desencuentro. Es la historia que debe ser contada en este último lunes de 2012. Porque hay alguien soltero que no sabe encontrarse a si mismo. Y en su búsqueda pierde a los demás. Porque no sabe expresar su sentir tras años de relación descuartizados. Y yo pienso en acabar, en lo que supone romper con todo. Debería ser un gallo que canta y no un humano que siente la desolación de tu ausencia. Se es lo que se es. Y a veces quisiera irme, pero no me iré sin decirte a dónde voy.

Mi padre me pregunta si quiero jugar a un juego de mesa. Y como ahora pienso tantas cosas y mi mente está tan llena de recuerdos entremezclados, le digo que sí. Por eso, acabo aquí de escribir este post. Porque solo escribía por la necesidad de escribir. Y para decirte, desde un pequeño trozo de terreno rural, que aquí hace frío y que agradecería un abrazo... Tu abrazo.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Reconocer es palíndromo

Errar es humano; reconocer es palíndromo (@NicolasPoulsen)

- No me apetece decirte nada. Últimamente, tengo la sensación de que me repito. No me gusta repetirme. Odio estar estancado. ¿De veras no te aburren mis letras? Tú dices que no, pero yo creo que vivo en un bucle repetido. Como el personaje de atrapado en el tiempo. Me siento como un pentagrama sin clave de sol. Como un músico desafinado. Son demasiados deseos insatisfechos. Demasiados sueños de metacrilato. Demasiadas decepciones consecutivas. Y demasiados acontecimientos que me aturden. Me jode estar siempre equivocado. Y no poder hacer nada por remediarlo.
- Errar es de humanos.
- Pero yo yerro siempre. Y veo cosas que me exasperan. Situaciones que quisiera que acabasen para siempre. No tengo una lista con todas esas cosas que me gustaría hacer porque me resultan tan evidentes que... no sé... no tengo palabras... ya ni siquiera tengo palabras. Ni frustración... ni actos... ni capacidad para sorprenderla... Y me siento como el matador que se obceca en completar una buena faena y siempre pincha en hueso al entrar a matar.
- No se trata de matar a nadie. Y si eres un matador solo debes centrarte en completar con dignidad tu trabajo. Disfruta del momento final. Piensa que estás en la apoteósis última. Ahora, el espectador se levanta con el corazón encogido. Dispuesto a alentarte y disipar tu miedo. Decidido a insuflarte algo de su vitalidad. Piensa también en él...
- Nadie me imporra ahora. Solo ella. Haría cualquier cosa porque estuviese bien. Yo moriría por hacerla feliz. 
- Lo sé. 
- No. No lo sabes bien. Tú solo lo intuyes. Pero yo estaría dispuesto a hacer cualquier cosa. A irme y no volver nunca. O a no irme jamás y volver siempre. Estoy dispuesto a inventarme una nueva ilusión cada día para que nunca se borre una sonrisa de su cara. Y estoy dispuesto a inventarme una historia triste con la que acompañar sus lágrimas. 
- Hay cosas que no puedes controlar. Se llaman circunstancias.
- Sí. Y errar es humano. Pero reconocerlo es imposible.
- No entiendo nada. 
- No importa. Dame un abrazo. Escucha cómo late mi corazón. Ojalá ella lo sintiese también...

miércoles, 21 de diciembre de 2011

El origen (y las consecuencias) de decir sí y permanecer

El origen de permanecer

La palabra Permanecer marcó mi adolescencia. Hay que permanecer por encima de todo, por delante de todos. Me lo dijeron una tarde en la cafetería que había debajo de mi casa. La cafetería terminó siendo un videoclub y luego una tienda de regalos. Marta era morena. Tenía el pelo lacio y tocaba la guitarra. Esa tarde lloraba junto a mí, al rememorar el amargor de la lucha infructuosa. Yo compartí con ella retazos de mis dudas. La miraba atento, tratando de no perder detalle de sus gestos. Me gustaban sus manos y la sinceridad de sus ojos marrones. Por entonces yo no tomaba café. Me alimentaba de conversaciones eternas, que creía trascendentales. Muchos paseos por la orilla de la playa acabaron en salas de cine poco concurridas. El último día del año 1999 vi con MJ una película francesa titulada Hoy empieza todo. Ese día pensé que podría cambiar el mundo. Y quise besarla aunque me contuve. Por entonces pensaba que nadie me entendería jamás como ella. Con el paso del tiempo descubrí mi error pueril y volvi a cometer los mismos errores de siempre. La libertad no solo consiste en hacer lo que te de la gana. Para ganar, a veces hay que perder


El origen de decir sí

Una tarde de verano, tumbado al sol en la playa, Lolo me dijo que merece la pena afrontar con valentía la incertidumbre. Me enseñó a decir sí a las dudas. Porque no siempre vamos a tenerlo todo bajo control,  me dijo. Y añadió que A veces merece la pena explorar la indefinición. Así que por todo eso, hay que darle una oportunidad a las circunstancias. Y luego... hay que permanecer. 


El desenlace

Cinthya se ha casado con Enrique y esperan un hijo. Rosa dejó su isla para viajar a Barcelona. Ekurne abraza la posibilidad del matrimonio. MJ está conectada a mí de un modo extraño e Ismael aprendió el significado de la palabra vocación. Él también quiere ser padre, para revolcarse con sus hijos por la alfombra. Para llevarlos al fútbol los domingos y enseñarles matemáticas por las tardes. 

Quizás hay dar una oportunidad a la vida y permanecer. Hay que sorprenderse, sabiendo que llegará un punto en las circunstancias nos digan basta. Ese basta no debe anticiparse. Simplemente llega. En forma de desilusión. En forma de desconexión o de imposibilidad manifiesta. En forma de circunstancias insalvables. En forma de desencanto. En forma de deseo insatisfecho. O simplemente en forma de intuición inexplicable. El problema no es decir que sí. El problema no es permanecer. Es hacerlo cuando se sabe que es mejor cambiar de camino. Los americanos tienen una expresión para ello: Let's move on!

Ahora esa expresión viene a mi mente. Pero toca permanecer. Porque a veces para ganar, hay que perder.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Nos vemos pronto

He perdido lo que había escrito para ti. La informática es así. Los ordenadores se rompen sin pedir permiso. Y ahora me veo obligado a reconstruir nuestra historia de nuevo. Debería ser capaz de hacerlo sin problemas. Cuando uno se sincera, las cosas suelen surgir con fluidez ¿O acaso es cuando trato de mirar al corazón cuando más perdido me siento? Supongo que al final va a ser cierto eso que dices de mí: el problema no es que no sepa explicarme. El problema es que trato de explicar demasiadas cosas y de un modo demasiado comedido. Probablemente debería ser más impulsivo. Probablemente debería quererme más. Tal vez me iría mejor si supiese modelar las circunstancias, jugar con ellas. Dar una de cal y tres de arena... Quizás debería saber emplear las lágrimas de cocodrilo y no los abrazos recetados del doctor Turnedo, a los que hacía referencia nuestro amigo Ferreiro. 

Pero ahora eso no importa demasiado. Lo que importa es que al final vamos a poder hablar de todo eso cara a cara. Porque vamos a conocernos. Por fin podrás abrazarme. Después de tanta insistencia. Y después de tanto plan pospuesto (siempre por mi culpa, que vivo entre las dudas y la incertidumbre,  entre el miedo a lo desconocido). Parece que será en 2012. No sé muy bien el día. Pero me gustaría que fuese junto al mar mediterráneo. Porque en la orilla donde rompen las olas deberíamos hablar sobre el determinismo complejo. Sobre las cosas que nos unieron. O sobre la importancia de permanecer. Ahí podremos escuchar a Pau Donés y conversar sobre bucles de mentiras, sobre ignorancia dañina o simplemente sobre la nueva vida que construimos ignorando aquel fatídico verano

Porque en el fondo, siempre tenemos el derecho (o la obligación) de ser dueños de nuestros silencios. Porque la vida nos enseña que algunas cosas permanecen, a pesar de todo, por encima de todo. Y quizás ahora no sepa reconstruir nuestra historia. Pero me importan los hechos. Y me importa que hayas sabido quererme de ese modo tan extraño, haciéndome partícipe de una vida que hace relativamente poco me era ajena. No habrá más excusas. Y nos veremos pronto. Lo prometo.

Nunca te dije que (si)

Roma. Hace una semana estaba tumbado en mi cama. Reflexionaba sobre lo que pueden llegar a afectarte mis escritos e hice algunas anotaciones en mi libreta roja. Las ideas surgieron de modo desordenado y partidista. Son demasiado extrañas para reproducirlas pero el fondo de la reflexión es el siguiente: si en mis escritos estoy mal, o triste, o dubitativo, termino discutiendo contigo. Igualmente, si me muestro enfadado, indignado, o dolido con la situación, con tus reacciones o tus actos, acabo aumentando la distancia que nos separa, porque parezco inmiscuirme en parcelas que no son de mi incumbencia. Por último si mi sinceridad me lleva a mostrarme enamorado y deseoso, puedo obtener una risa disimulada y un gesto de complicidad, pero eso no despierta más que un sentimiento de halago disimulado. Realmente, no obtengo con mi declaración una respuesta contundente y dispuesta por tu parte. Ni un lanzamiento evidente y decidido hacia querer querer (¿es solo por culpa de las circunstancias?). 

El hecho es que todo eso, en contra de ser malo, puede ser bueno. Porque mis escritos te afectan. Una rosa que no va a ser regada tiene miedo de marchitarse. Y quizás eso (si confundo las cosas y lo interpreto mal, como siempre) puede ser un deseo de querer querer. O, en su defecto, puede ser una cierta tendencia o una resistencia natural tuya hacia no querer dejar de quererme. Ni dejar de querer que yo te quiera...

Obviamente, no puedo convencerte de ese amor que sientes. Porque es un amor especial y distinto, que , en mi opinión, merece la pena compartir juntos. Pero creo que no bastarían 101 besos de domingo ni dos iniciales en números romanos para que un día vengas a mí de forma contundente. Quizás eso no va contigo. Quizás eso no va conmigo. Pero querría explorar la indefinición. Y ahora, que lo sé, ocupo mi tiempo en no pensar en ello y anestesio el tiempo sin ti con píldoras de paciencia. Pero quisiera que un día, el mundo que construyo en mi cabeza, contigo y con todos los momentos que compartimos, fuesen tan reales como un sí. Aunque ese sí sea temeroso. Aunque sea un sí entre paréntesis. 

martes, 13 de diciembre de 2011

Nunca te dije ven

Ven a mi cama, duerme conmigo
entra en mis sueños porque hace tiempo que me he perdido
(Duerme conmigo, Jarabe de Pablo)

Existe en Italia una isla llamada Capri a la que podría haber ido hace unos días. Pero renuncié al plan y acabé en Umbria –más próxima y accesible desde Roma. Y aunque mañana dejaré Italia, me llevo la promesa de que un día volveré a Capri. Y espero no ir solo.

Capri es una lista amarilla. Está repleta de fotografías, de faros que alumbran vidas, de niños perdidos, de recuerdos especiales y de personas que en realidad son perlas coleccionables. Capri es una lista que te alienta a decir ven y  a dejarlo todo...


... Pero yo nunca te dije ven. No abiertamente. No de modo acordado y meditado. No de modo consciente y de común acuerdo. Siempre ha sido un ven extraño y disimulado, un vamos interrogativo, lleno de incertidumbre, de propuestas imprecisas que por haber sido mal explicadas (o mal entendidas) han creado a veces más desazón que entusiasmo.

El problema es que no puedo decirte ven. Nadie puede. Porque la pregunta coarta y aprisiona, es muestra de egoísmo y sinónimo de parálisis. Y ¿qué  ocurre si al final no vienes? Se le ha de quedar a uno cara de tonto, supongo. Tal vez el problema sea el miedo. O las circunstancias. O simplemente la ausencia de un deseo cierto que nos arrastre. Aunque quizás no hay nada de eso. Quizás somos nosotros, seres incapaces y perdidos, que contemplan asombrados la barrera que los separa sin saber cómo reaccionar ante ella.

Cuando no existen respuestas para muchas preguntas, mi mente viaja diez años atrás y se planta en una maceta repleta de semillas a la que cantó Antonio Orozco. Y confirmo que el amor es como una rosa o una flor y que veces solo se trata de coger las herramientas que tenemos a mano (basta la voluntad) y trabajar   para romper el muro de indefinición que nos separa. Porque al final todos los muros se rompen a base de trabajo y esfuerzo. Solo se construyen edificios altos y puentes magníficos porque un día alguien los soñó y  se arriesgó a ser tachado de loco cuando realmente, solo era un visionario.

El amor está hecho de sueños por los que se lucha y trabaja, porque solo el trabajo propicia que acontezca lo casual... Pero no tengo una varita mágica para convencerte de eso. Como tampoco tengo una varita para hacer que se cumplan mis sueños. Pero algunos días (en los que el tedio me invade y tu ausencia me resulta insoportable), pienso en Capri y en los títulos de extraños libros que leeríamos desnudos. Y entonces me gustaría tener esa varita y que estuvieses a mi lado, sin el corazón congelado, para hacerte ver que todo irá bien. Me gustaría tener esa varita para que entiendas que el amor no es como en los libros, sino que se construye desde la voluntad de querer, desde el deseo de explorar la indefinición, y desde la indescriptible sensación de sentirse completo y definido por el otro…

No voy a decirte ven. Pero esperaré (soñando y trabajando para ello) a que un día vengas a mi lado. Desde tu voluntad. Sin importar el tiempo que pase. Y ese día viajaremos a Capri. Iremos tú y yo. Cogidos de la mano, bajo el sol, haciendo tonterías por la calle y riéndonos de la vida. Ese día habremos olvidado lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuésemos tú y yo. Porque ese día escribiremos nuestro propio libro.

Definición

En medio de un extraño periodo de indefinición e incertidumbre, llega alguien y te define:

Tienes un gran sentido del humor. Me gusta mucho eso. Porque siempre te preocupas por hacer sonreír a los demás. Quieres que olviden sus problemas por un momento. Que la vida sea más llevadera para ellos. Quieres que disfruten cuando están a tu lado. Y para arrancarles una sonrisa no haces bromas de mal gusto ni ofensivas. No eres como otra gente que conozco que hace coñas sobre defectos físicos o cosas así para provocar la risa fácil. Tú no eres así. Solo sacas punta a las cosas que pasan a tu alrededor. Como si mirases la vida con otros ojos. Y eso te hace especial. Porque ayudas a que los demás relativicen sus problemas y crean que la vida es más sencilla de lo que parece.

También eres atento y romántico. Pero es un romanticismo extraño. No eres de los que invita a una chica a cenar a la luz de las velas o compras rosas para conquistarla. A ti eso te parece demasiado convencional (y me atrevería a decir que incluso te parece cutre). Pero siempre piensas en la otra persona, en el modo de sorprenderla. Y hay que reconocer que tienes tus detalles. Has viajado kilómetros para reencontrarte con la persona amada. Para estar con ella menos de 24 horas. Y aunque la gente crea que eres egoísta y solo te preocupas por ti porque estás lejos de tu casa y vives solo, yo sé que has sacrificado muchas cosas para hacer que otras personas sean felices. Creo que ahí está el romanticismo para ti. En pelear desde el silencio por hacer feliz a la persona que quieres. Sin que note tu presencia y sin necesidad de grandes regalos. Solo pequeños gestos cotidianos. Miles de gestos que pasan desapercibidos para mucha gente, pero no para mí. Yo sé que muchas personas disfrutan de tu compañía y son felices a tu lado, pero luego se alejan y no descubren tu atracción hasta que es demasiado tarde... Yo llevo años sabiendo que ese atractivo tuyo te hace ser especial… como un imán que atrae sólo a las personas que merecen la pena realmente. Y por eso estás rodeado de gente tan encantadora y magnífica. Por eso tus amigos jamás te han traicionado y harán cualquier cosa por ti. Porque adoran cómo eres. Y les gustan incluso tus defectos. Como ese que dices de ser despistado. Eso me encanta también. Porque tú eres serio y la gente dice que eres inteligente y culto. Pero eres tremendamente despistado, tienes fallos y errores y eso te hace humano. Tan humano que a ti te molesta, y te hace sentir impotente porque siempre te crees un superman… ¡es tan bonito verte tan frustrado y humano! 

En fin, que eres la mejor persona que conozco. Y me has sorprendido muchas veces. Por ejemplo, me sorprendió mucho que seas tan ardiente. Que te guste tanto disfrutar del sexo, que pienses siempre en eso… en serio… creo que eso es algo que nadie podría decir de ti viéndote por fuera. Incluso conociéndote como muchos te conocen… eso es algo que sorprende a cualquier mujer... y te hablo del sexo por no hablar de tu temperamento y cabezonería, o de otras muchas cosas que conozco de ti y son ignoradas por la mayoría de la gente… como tu tremendo gusto por la familia, la importancia que tienen para ti tus seres queridos a los que en apariencia ignoras... pero que te hacen sufrir también, incluso cuando crees que no les tratas bien.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Once

El 11-11-11 íbamos a morir. Pero sobrevivimos. Nos salvamos y no sé bien de qué ni por qué. Si hago memoria recuerdo que pasé la semana bromeando. Descubrí mi eneagrama -soy el cinco- y asistí asombrado al veloz transcurrir de las tardes. Elucubraba en qué se gastaría el dinero de una lotería que nunca llegó a tocarme. Y te abracé esquivando la posibilidad de la muerte. Con tu mirada me sentía más vivo que nunca. Esa mirada retraída y temerosa que a veces brilla sin sentido aparente, pero que a veces duda y no se atreve a vencer el temor.

Ahora, que ha pasado un mes desde aquel 11-11-11 puedo afirmar que si al final he de morir, prefiero que me torture esa mirada. Y tu sonrisa.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Rolling in the Deep

Hace años, cuando estuve en Nueva York, tuve por primera vez en la vida una extraña sensación de soledad. Había ido hasta allí por despecho y al final caminaba solo por la zona cero reflexionando sobre la estupidez humana. Quería demostrar tantas cosas a los demás que al final solo aprendí una cosa de mi viaje: necesitaba a los demás. Sin ellos, no soy nadie. El ser humano es un ser social por naturaleza. Y yo, que me vanaglorio de necesitar mi propio espacio, necesito siempre estar rodeado de gente con la que compartir mi vida. Al final es más fácil asumir eso que creerse invencible...

No sé por qué cuento esto. De hecho este post debería ir sin texto. Solo con música. Llevo un par de días que no me apetece escribir nada. Pero hoy me encontré con una canción que usé en el montaje de mi vídeo a Nueva York y cuando la escucho siempre recuerdo el ambiente negro de Harlem. ¿Qué tiene esto que ver con sentirse solo y necesitar a los demás? Probablemente nada. Pero en esa vida, casi nada tiene que ver con nada... o quizás sí... quizás todo esté entrelazado y nunca se pueda separar una cosa de otra... ¿Quién sabe?



Por cierto, en este enlace está la letra de la canción y un intento de traducción que hizo alguien. ¡Ah! Y esta es versión de la canción que vi en el muro de uno de mis contactos de facebook. La verdad es que esta versión también mola mucho pero creo que me quedo con la original :)


martes, 6 de diciembre de 2011

Nunca te dije que el marrón es el color del otoño

Hojas secas en el suelo. Una patada al aire para expresar la rabia. Y las hojas que vuelan... Suben a un cielo gris y macilento. El mundo pierde color en tu ausencia. El azul está solo en tus manos, que sostengo entre las mías. Caricias, caricias, caricias. Envés que toca la palma. Palma que roza el envés. El amor huele como un trozo de pan recién horneado. Pan de leña cocido a fuego lento. En la mesa, a mi lado, hay migajas de ese pan por todos lados. Y pienso que nada importa. El pan no es más que trigo molido, que alimenta después de haber sufrido el calor de la leña. La leña es marrón, como el otoño. Como tus ojos, que hace poco me miraban y reflejaban el brillo y la verdad. Me gustan tus ojos porque me vuelven transparente. Dejé de ser opaco cuando tu alma comenzó a rasgarme por dentro. Ya no existen muros marrones. Solo hojas secas que crujen con mis pisadas. Solo pan que es trigo molido y me alimenta. Y en la mesa hay también un vaso con agua. Y pienso que el cristal no es débil. Es sólo un material delicado que sostengo, con cuidado, entre mis manos. 

domingo, 4 de diciembre de 2011

Nunca te dije que nunca hay que acostarse guardando algo

Es cerca de la 1 de la madrugada. No me apetece hablar de lo que ha sucedido. Me gustaría dormir y conciliar el sueño con facilidad. A veces pido imposibles. Como que estuvieses ahora a mi lado. Para acurrucarnos y darnos calor. Para mirarnos a los ojos y descubrir en ellos la verdad. Ahora ellos tendrían el protagonismo. Las palabras ya fueron dichas. Y no se guardaron en nuestro interior. No se quedaron corroyendo nuestras entrañas. Salieron, haciéndonos daño. Pero están fuera. Y no sé si hablar y no callar es lo correcto... Una vez me dijeron, que nunca hay que acostarse guardándose algo... 

She has done the deed: Cinco Actos

- PRELUDIO (por Nacho Artacho) - 

No vuelve el agua a la noria / ni el viento vuelve al molino
No entiendo por qué yo siempre / tengo que volver contigo

- ACTO I - 

La promesa incumplida (una vez más) nos recuerda la proximidad de la muerte. Se vence a la duda pero no se gana en seguridad ni confianza. La derrota del pasado, la ausencia de incertidumbre, son meros espejismos. Nuevas mentiras que sumar a una lista interminable de fracasos. 

En escena, irrumpe de nuevo la sempiterna duda. La segunda oportunidad (mil veces concedida) reabre las puertas de las esperanzas vanas. Resuenan los "te quiero". Y besos de azúcar acompañan el añejo sabor de un "siempre te eché de menos". 

Nota. Este primer acto se cimienta en un craso error: el convencimiento de que no habrá más ausencias. La seguridad de que no volverán a reflejarse en su rostro la quietud ni la melancolía. 

- ACTO II -

Perplejidad al otro lado de la galaxia. Mejor guardar silencio. Mejor evitar miradas y esquivar el contacto visual directo. Está prohibido rememorar el pasado. Nada de mencionar los tristes recuerdos que ahogaron vuestras almas. Debería haber muerto, en el fondo del río. La estela de Robert Walser está en el horizonte. Todo está nevado. El paisaje es blanco como mi corazón. Desaparecer es siempre una opción. Explicar lo que se siente (y sentirse culpable e incomprendido) es el modo más rápido de morir, de ser tachado y juzgado vilmente por egoísta.

- ACTO III -

Los sentimientos hechos ceniza. Un ave que sobrevuela el paisaje. Se siente libre, sin ataduras. Lo intenta, lo intenta, lo intenta. Y al final lo logra. Pero todo resulta en vano. ¿Para qué rescatarte del naufragio si te gusta ir a la deriva? Te engañas, te engañas, te engañas. ¿Cómo quieres que te lo diga? Hacerlo con palabras solo servirá para enmarañar más las cosas. ¿He de sentarme acaso en el sillón de los acusados? Si lo hago, conozco cuál será el veredicto: condenado a muerte por egoísmo. Mi única defensa sería hacerte entender que el egoísmo fue la única salida que tuve tras haberte amado demasiado. Esperad. El verdugo tiene derecho a una última voluntad. Que hable pues.

Él solo pronuncia una frase: "Hay tantas cosas que nunca le dije..."

Después, bebe su cicuta.

- ACTO IV -

La felicidad mal encauzada. La duda resuelta. Y el vacío, de nuevo. Otro paso hacia el abismo. Otro comentario intrascendente con el que arrancar una sonrisa de su rostro. Otra madrugada disoluta para hacerle feliz. Otro gesto en vano. She has done the deed. Ha hecho el hecho. Arrancó un trozo de tu alma para entregársela a otra persona. Esa fue su enésima bofetada. Otro de esos golpes que empiezo a encajar con normalidad.

Ahora todos seremos felices. Aunque morir sea mi felicidad. Porque quienes mueran (como yo) encontrarán consuelo en el vacío. Guardar silencio. No he querido saber pero he sabido. Una nueva muerte que sumar a la lista de los despropósitos. Un nuevo puñal que sacar de un corazón maltrecho. El disimulado velo de la inocencia. Lo hice por ti. Sabes que te quiero. 


- ACTO V -

Fotografías. Canciones. Sonidos de una vida. Palabras, palabras, palabras. Elementos subversivos que llevaré a mi tumba. Dos manos frías escriben este texto. Es la proximidad de la muerte. Que me entierren con tu olvido. Nada fue real. Tus caricias fueron sucedáneos de un amor reciclado. Nunca has sabido quererme. Ni siquiera mereces estos versos. Pero te los regalo, para que seas feliz. Hice cuanto estuvo en mi mano. Pero querer no basta. La vida debe continuar.

- EPILOGO -

Y mientras tanto el derrumbe de mi alma. La caída de un muro en ruinas que ya apenas se sostiene...

sábado, 3 de diciembre de 2011

Una duda sutil

Veo tu cara. El brillo de tus ojos. Tus sonrisa disimulada. Y no sé si ese maquillaje que cubre tu rostro te sienta  bien o si a mí me sienta mal tu ausencia...