lunes, 26 de diciembre de 2011

Lunes al candor de tu ausencia

Último lunes del año. Sentado en la butaca junto a la estufa, sostengo en mis manos el móvil desde el que escribo. Escribo por la necesidad de reencontrarme. De ser yo mismo. O por volver a ser el sueño que una vez imaginé para mí. El tiempo nos demuestra que se es lo que se es. Así lo entendía Jorge Drexler. Y así lo sentía yo. Fue una de las cosas que sí te dije. Aunque al final, por expresar mal ese sentimiento, terminamos discutiendo. Quizás ahi comenzó mi engaño. Mi necesidad de explorar tu cuerpo. Mi deseo de saber de primera mano, si es cierto eso que dicen de que uno puede ser lo que le gustaría. Y pasado un año, aún tengo dudas al respecto. Se lo dije hace un par dias a Lucía, después de haber hecho el amor en su coche, apartados en un rincón de la montaña, ocultándonos de la luna y volviendo a ser nosotros mismos. Fue un buen polvo seguido por una conversación eterna. Una conversación que siempre es la misma. Porque las palabras vuelven siempre a los temores y me convencen de que no debe ser tan difícil claudicar por fin, de una vez por todas y para siempre. Fue sexo con amor. Fue prohibición. Fueron caricias bien dirigidas para propiciar el orgasmo eterno. 

Escribo en el móvil por la necesidad de escribir y miro la mesa sobre la que está el libro de Unai Elgorriaga que me estoy leyendo. Y pienso en libros que nunca voy a escribir, y en los que regalé (y en los que me regalaron), y pienso en los títulos sugerentes que jamás vendrán a mi mente, porque cada vez está más debilitada, de tanto ardid insatisfecho, de tantas veces como he tratado de engañarme a mí mismo.

Suena el gallo. Es tarde para que el día amanezca, pienso. E inmediatamente después suena un mensaje de whatsapp, para ensalzar el contraste entre dos mundos. Y voy a mirar quién me escribe. Y entonces alguien tose. Mi abuelo tose. Lo hace mucho últimamente y seguirá tosiendo hasta que un dia deje de hacerlo. Y ese dia probablemente  no importe quién fui, ni quién quise ser. Quizás ese dia me importe todo una mierda, incluso follar oculto en un coche familiar, a las 3 de la madrugada. Quizás entonces no tenga que mentir e inventarme que hago el amor con Lucía.

Leo el mensaje de whatsapp ¿Importa quién es? Se llama X y me cuenta su historia. Es la historia del desencuentro. Es la historia que debe ser contada en este último lunes de 2012. Porque hay alguien soltero que no sabe encontrarse a si mismo. Y en su búsqueda pierde a los demás. Porque no sabe expresar su sentir tras años de relación descuartizados. Y yo pienso en acabar, en lo que supone romper con todo. Debería ser un gallo que canta y no un humano que siente la desolación de tu ausencia. Se es lo que se es. Y a veces quisiera irme, pero no me iré sin decirte a dónde voy.

Mi padre me pregunta si quiero jugar a un juego de mesa. Y como ahora pienso tantas cosas y mi mente está tan llena de recuerdos entremezclados, le digo que sí. Por eso, acabo aquí de escribir este post. Porque solo escribía por la necesidad de escribir. Y para decirte, desde un pequeño trozo de terreno rural, que aquí hace frío y que agradecería un abrazo... Tu abrazo.

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