Escribo en el móvil por la necesidad de escribir y miro la mesa sobre la que está el libro de Unai Elgorriaga que me estoy leyendo. Y pienso en libros que nunca voy a escribir, y en los que regalé (y en los que me regalaron), y pienso en los títulos sugerentes que jamás vendrán a mi mente, porque cada vez está más debilitada, de tanto ardid insatisfecho, de tantas veces como he tratado de engañarme a mí mismo.
Suena el gallo. Es tarde para que el día amanezca, pienso. E inmediatamente después suena un mensaje de whatsapp, para ensalzar el contraste entre dos mundos. Y voy a mirar quién me escribe. Y entonces alguien tose. Mi abuelo tose. Lo hace mucho últimamente y seguirá tosiendo hasta que un dia deje de hacerlo. Y ese dia probablemente no importe quién fui, ni quién quise ser. Quizás ese dia me importe todo una mierda, incluso follar oculto en un coche familiar, a las 3 de la madrugada. Quizás entonces no tenga que mentir e inventarme que hago el amor con Lucía.
Leo el mensaje de whatsapp ¿Importa quién es? Se llama X y me cuenta su historia. Es la historia del desencuentro. Es la historia que debe ser contada en este último lunes de 2012. Porque hay alguien soltero que no sabe encontrarse a si mismo. Y en su búsqueda pierde a los demás. Porque no sabe expresar su sentir tras años de relación descuartizados. Y yo pienso en acabar, en lo que supone romper con todo. Debería ser un gallo que canta y no un humano que siente la desolación de tu ausencia. Se es lo que se es. Y a veces quisiera irme, pero no me iré sin decirte a dónde voy.
Mi padre me pregunta si quiero jugar a un juego de mesa. Y como ahora pienso tantas cosas y mi mente está tan llena de recuerdos entremezclados, le digo que sí. Por eso, acabo aquí de escribir este post. Porque solo escribía por la necesidad de escribir. Y para decirte, desde un pequeño trozo de terreno rural, que aquí hace frío y que agradecería un abrazo... Tu abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario