martes, 27 de septiembre de 2011

Don't be Blue


Hay una persona muy especial en mi vida que tenía por costumbre pintar de diferentes colores los días de su calendario –digo que tenía por costumbre porque, hasta donde yo sé, agosto no tuvo color para esa persona.

Cuando coloreaba un día de rojo significaba que había sido un muy buen día. Un día distinto a los demás. Un día para no olvidar. A mí ese color y ese modo de proceder me ha evocado siempre a Christopher Boone, el protagonista del que probablemente sea mi segundo libro favorito después de “El Principito” (*). Pero tampoco quiero yo ahora hablar de mis libros favoritos ni de cómo es un día rojo en la vida de esa persona, porque no era ese el objetivo del post (además, no sabría describir con palabras el torrente de sentimientos y cosas que pueden sucederse en uno de esos días rojos).

Lo único que quería decir en este post es que los días malos para esa persona eran los días verdes y los normales eran los días azules. Y a mí eso siempre me ha liado mucho, porque soy torpe para algunas cosas y porque a veces relacionaba (equivocadamente) el azul con la tristeza. Mi error tiene justificación: la palabra azul en inglés (blue) significa triste. Así lo descubrí con una canción de Nat King Cole que comienza diciendo “Pretend you are happy when you are blue” (Finge que eres feliz cuando estás triste). Esa canción es muy importante para ambos y sé que le tenemos mucho cariño. Fue una de las primeras canciones que oímos juntos. Por eso, cuando la he escuchado esta tarde no he podido evitar acordarme de ella y de los días azules y verdes. Y he deseado que no haya muchos días tristes en su vida. Y aunque esa persona está siempre en mi vida y me acuerdo constantemente de ella, he pensado durante un largo rato en muchas cosas importantes que hemos compartido. Y casualmente después de pensar eso, he seguido con la lectura del libro de Murakami sobre correr (la horas de espera en el médico dan para mucho y ya estoy a punto de acabarlo). Me ha tocado un párrafo en que Murakami hablaba de la tristeza del corredor (the runner’s blue) y de cómo a veces el corredor pierde la motivación para seguir corriendo.  

Así que he pensado escribir un post que hable del rojo, del verde y del azul, y hable de lo importante que es seguir corriendo (sobre todo para mí, que quiero empezar a hacerlo). Sé que nada en este post tiene sentido y tenía otro escrito desde esta mañana (con vídeo incluido) pero a veces me apetece desnudarme y dejar cierto espacio para la espontaneidad, así que me he permitido el lujo de decir todo esto. Sobre todo, porque cuando termine de leerme el libro de Murakami me leeré un libro que me regaló esa persona para mi cumpleaños. Y estoy deseando que ese día llegue.

(*) Hablo de “El curioso incidente del perro a medianoche”, un libro que está por debajo de “El Principito” pero que se encuentra probablemente a la misma altura que “Alicia en el País de las Maravillas”.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Mientras corro

Nunca escribo en caliente, pero voy a traicionarme. Y es que estoy cansándome de mí mismo. Estoy harto de incumplir mis propias promesas, de sentirme mal por acabar estancando siempre en el mismo punto. Yo hago lo que puedo. Pongo toda mi buena voluntad. Pero al final perdura la sensación de que lo hago todo mal. Siento que termino refugiándome en un victimismo que no conduce a nada. Hasta los putos cojones estoy ya de esa asquerosa actitud mía. En serio. Hasta los mismísimos cojones de sentir que suplico atención. 

En mi defensa diré que no actúo así por impotencia. Es sencillamente por ignorancia. Es el desconocimiento o quizás la incapacidad para reaccionar de otro modo. En cierta medida me siento como los países que toman medidas contra la crisis. Hacen lo que creen que está bien pero siempre es en vano. 

Estoy hastiado de caminar hacia un lugar cada vez más lejano. Estoy cansado de atrincherarme en la disculpa. Estoy aburrido de tantas trincheras inútiles y de hablar siempre demasiado (¡ojalá Dios me concediese el don del silencio durante unos días!).

El caso es que yo sé lo que quiero y sé lo que pienso. Sé cómo quiero que sea todo y sé que deseo lo mejor para quienes me rodean. Pero conozco mis limitaciones. No puedo asumirlas, porque sé que soy incapaz de hacerlo, pero al menos las conozco. Así que si no tengo cojones de hacerte ver cómo yo veo las cosas, es mi puta culpa. Y si es mi puta culpa, debería de callarme de una vez y no hablar más. Y debería dejar que las cosas vayan por su propio camino. Y punto.

PS. Nótese el uso excesivo del pronombre personal "yo". 

domingo, 25 de septiembre de 2011

De qué hablo cuando hablo de leer


Me voy a la cama tras el partido de fútbol. Una nueva victoria del Barc elona, que este año será candidato al título. En la radio, las señales horarias de las doce dan la entrada a un señor de voz ronca, que comienza el noticiario hablando de la petición de Palestina de ser reconocido como país. Quedan 15 minutos para que comience Abierto hasta las 2, así que bajo el volumen del transistor y busco un libro en mi mesita de noche. Me he encontrado con 7 libros pendientes, después de haber ido hoy a Correos a recoger un envío. Ciertamente, querría leer “Las cosas que no nos dijimos”, pero he olvidado el libro en el despacho así que será el siguiente que lea. Ahora, necesito empezar con algún otro para hacer soportable el fin de semana.

Como el último libro que he leído ha sido un ebook, decido que esta vez voy a tomarme un tiempo antes de elegir mi siguiente víctima. Con minuciosidad, voy evaluando las distintas opciones y después de haber acariciado cada ejemplar, después de haber manoseado cada portada, me decido por Haruki Murakami. Me gusta mucho Murakami y sé que ha traducido al japonés a Raymon Carver, pero me sorprende leer en la contraportada que este nuevo libro suyo está dedicado a Carver, a su “De qué hablamos cuando hablamos de amor”. Por eso lo ha titulado “De qué hablo cuando hablo de correr”.

En la introducción del libro, Murakami dice que escribe para ordenar lo que siente y para entenderse a sí mismo. Siento que comparto esa visión. Siento que sus palabras podrían ayudarme a explicar por qué sigo escribiendo en este blog, aunque en los últimos días he pensado muchas veces en dejarlo. Muchas veces he sentido que escribir ahora carece de sentido ¿O no? Antes de concluir con el primer capítulo, Murakami dice que “el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional”, así que pienso en todas las cosas inevitables que nos hacen daño y en cómo sufrir (o no) con ellas está en nuestras manos. No sé si es del todo cierto, pero la idea es bonita. Me gusta también una frase de Hemingway, en la página 17: “continuar es no romper el ritmo”. Murakami usa la frase para hablar de cómo, en los proyectos a largo plazo, una vez que ajustas el ritmo “lo demás viene por sí solo”.

Ya va a empezar el programa. Es hora de dejar de leer. Cierro el libro, apago la luz de la lamparita y bebo un poco de agua. Antes de sumirme en el sueño, quisiera agradecerle a los libros, la compañía que me brindan. Buenas noches. Y muchas gracias.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Nunca te dije que empeoraba las cosas

- Tengo una pregunta para ti, Susana.
- Dime
- ¿Esto va a durar mucho?
- ¿Qué es esto?
- Esto: el hecho de que me ignores y me hagas sentir una mierda.
- ¿Se puede saber qué mosca te ha picado, Javier? -pregunta, haciéndose la sorprendida.
- Sabes perfectamente de qué hablo, Susana. Hablo de ti y de mi...
- ¿De ti y de mí? Cállate, por favor. Si continúas hablando lo vas a joder todo.
- No hay nada que joder. Tú y yo vamos por caminos distintos, siempre hemos ido por caminos distintos... -le digo, solo por el placer de hacerle daño- Creo que jamás hemos caminado juntos hacia un lugar común.
- No sé de qué hablas, Javier -me dice. Y su voz entremezcla la rabia y la impotencia- Pero estás siendo muy injusto conmigo...

Hay un instante de silencio, que me exaspera. No soporto estar a su lado sin decir nada. Siento que nos separa algo más que la ausencia de sonido. Siento que nos separa el cosmos, el infinito vacío de nuestro corazón. Pero odio tener que romper yo siempre esos silencios. Es como si el vencido tuviese que asumir la dolorosa derrota. Por eso me enorgullece que esta vez sea ella quien hable:
- No entiendo a qué viene ahora toda esta conversación, Javier. De veras que no lo entiendo.
- ¡Eres una zorra! -le grito, perdiendo los nervios. Y pienso que si quisiera hacerle daño, podría mencionarle los recuerdos que atesoro. Podría hablarle de tantas cosas que al final todo carecería de sentido. En el fondo, ella lleva razón. No merece que la trate así. Porque nadie merece ser tratado así. Y yo no puedo dañar a quien ha sido importante en mi vida- Antes sentía que te importaba algo, Susana. Ahora, solo me haces sentir impotente. Como si fuese una mierda en tu vida.
- ¡Pues que te den por culo a ti y a tu puta impotencia, Javier!  -me dice, con rabia, como si estuviese a punto de llorar. Ella también tira balones fuera, pero yo siempre he sido torpe para leer entre líneas y siempre he interpretado mal las cosas. Es un puto defecto que al final lo joderá todo- No eres una mierda en mi vida, así que cállate por favor. Con todo eso que dices lo estás empeorando todo...
- ¿Qué estoy empeorando, Susana?
- Todo, Javier. Todo.

Mi mente prepara mi defensa. Mi boca está a punto de pronunciar las primeras palabras, pero decido callar. Y pienso en mis silencios. En sus silencios. Pienso en sus mentiras. En el dolor que me causa haberme enamorado de sus defectos. Y pienso todo lo que he ocultado. En el mundo que he construido inútilmente para evitar todo se desmorone.  Ya es tarde. Ahora, cada uno observa la realidad desde un punto de vista distinto. Y yo debería reservarme mi punto de pista para no empeorar las cosas. Porque siento que puedo ser feliz si logro permanecer a su lado y compartir su felicidad.

martes, 20 de septiembre de 2011

Post-mortem


Pensaba que la muerte es un estado en el que nada te afecta. Pero no es cierto. Puedes estar muerto y seguir sufriendo. La guillotina ya cortó tu cabeza, eso es verdad. Pero el espectáculo ha de continuar. Tuviste mala suerte, o Dios no se acordó de ti ese día, o hiciste algo mal en tu vida pasada. Nadie sabe los motivos. En realidad no importan. El hecho es que te tocó un verdugo cruel, un profesional del sufrimiento aleccionado para ignorar el significado de la misericordia. Se limita a hacer su trabajo con aparente indiferencia. No es compasivo ni clemente. No atiende a súplicas ni ruegos. Ni siquiera detendría su tortura si lo mirases directamente a los ojos y, buscando en tu interior el último aliento de vida (que ya no existe) pudieses gritarle desesperado que te rindes. ¿A quién le importa? A él no. Su formación le permite ignorar todas tus palabras. El martirio va a continuar inexorable hasta que el show alcance su punto cúlmen: el momento en que tu verdugo se burle de tu muerte.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Querido Cuaderno


Querido Cuaderno Rojo,

Estaba deseando llegar a casa para estar un rato a solas y poder escribirte, pero tras horas de infructuosa redacción empiezo a pensar que mi deseo ha de claudicar ante la torpeza para transmitir lo que verdaderamente siento. Acudo a ti, por tanto, desnudo de formalismos, y ansioso por relatarte la felicidad que me ha supuesto saber de tu estreno.

Creo que la primera frase es siempre la más complicada. Y las primeras palabras ha sido ya escritas. Fuiste acariciada por la tinta de un deseo o de un anhelo. O quizás fue solo la punzada de un miedo, o una simple fecha, o un extraño recuerdo. Eso no importa. Lo importante es que diste ya tus primeros pasos y conocerlos, ha supuesto para mí, volver a rememorar el primer día que acaricié tu cuerpo.

Ahora solo espero que crezcas y continúes llenándote de versos.  Materia prima, no va a faltar. Tu forma combina a la perfección la inherente casualidad de Auster y la belleza sentimental de Ruibal. Y además, estás en muy buenas manos. Disfrutas de la compañía de una pluma que desborda sentimientos. Escúchala. Déjate envolver por su tinta. Humedécete con sus lágrimas. Disfruta de sus carcajadas. Viaja con ella en sus sueños y teme con ella cuando te describa sus miedos. Guarda sus confesiones y ayúdala en todo lo que puedas.

Creo que si atesoras todo aquello que te cuente, estarás cerca de entender el verdadero significado de la palabra "humanidad".

sábado, 17 de septiembre de 2011

Sucesos, Estados y Final

Sucesos (por orden cronológico)
1) Me han llamado calienta-pollas y me han prestado una canción de Ivan Ferreiro que podría explicar lo que yo no he podido explicar jamás. Admiro al remitente. 
2) Han borrado un trocito de algo que yo consideraba también mío. Mientras esto ocurría, lloraba de rabia e impotencia y gritaba sin tener voz, porque sentía que estaban estrujándome el corazón y pisoteando la única parte de bondad que había en mi vida. Siento como si se hubiese derruido un trozo del lugar al que recurría últimamente para cobijarme y rememorar los mayores momentos de felicidad de mis últimos años.
3) He sentido la empatía de quien no sabe casi nada de mí y a pesar de eso me ha regalado una fábula de Jean de la Fontaine que me ha conmovido.
4) He pensado durante un rato que la vida sería más fácil siendo roca, pero me niego a eso. Me costó mucho romper algunos muros que había en mi vida. Alguien me cogió una vez de la mano y me ayudó a romper esos muros. Con paciencia y a mi ritmo... Nunca sabré agradecerle a esa persona ese viaje.

Estados (a continuación, algunos estados de facebook de mis contactos. Me limito a poner sus estados en el día de hoy, errores ortográficos incluídos. Excepto dos personas, el resto no se conocen entre sí)
1) Si cuando mejor intentas hacer las cosas, te salen peor. Apaga y vámonos.
2) Una sonrisa en mi rostro no significa la ausencia de problemas, sino la habilidad de ser feliz por encima de ellos.
3) decisiones tomadas, sensación de que las elecciones no dependen sólo de uno y que cuando ya eliges, la otra opción era la más conveniente... o no...
4) Feliz día de la amistad!!
5) No se puede hacer una quiniela con el corazón.

Final
Me gustaría emborracharme esta noche, pero sé que no voy a hacerlo.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Las Tablas de la Ley



Antes de acostarme, quisiera aclarar algo: para solucionar las cosas, algunas leyes naturales deberían cambiar: 

1) El reconocimiento de una acción no conlleva la aceptación del interesado. 

2) La comunicación de un hecho no sirve para borrar el daño. 

3) Manifestar la culpa, no es sinónimo de Expiación. 

4) Compartir tu felicidad no supone transmitirla.

Esos cuatro mandamientos deberían formar parte de las tablas de la ley. Para muchos, no tendrían sentido. Otros argumentarían que simplemente no los entienden. No me sorprendería esa actitud de rechazo. Al fin y al cabo, carece de comprensión quien carece de empatía.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Una pequeña carta


Hola pequeño,

He leído tu nota y me he acordado de una canción adorable de Serrat, especialmente apropiada para esos momentos en que uno decide pararse a reflexionar sobre su dicha. Muchas veces resulta conveniente tomarse un respiro y recapacitar sobre lo que nos acontece. También es importante (y a veces inevitable) desistir en el intento por racionalizarlo todo. Reconozco que entonces la mejor alternativa es alabar a Tyche y dejar que nuestro mundo se postre a los pies de la diosa fortuna.

Sin pretenderlo y por casualidad. Eso dices. Puede que lleves razón. Pero no hay que sobredimensionar algunas cosas. Es cierto que el azar es caprichoso, que lo casual forma parte de la vida; pero no es menos cierto que el azar hay que buscarlo. Uno debe  acumular méritos para que la rueda del “determinismo complejo” funcione del modo apropiado. Excepto extraños acontecimientos, como el de nuestro amigo Cristóbal, podría decir que solo quien sabe hacia dónde se dirige consigue llegar al lugar idóneo.

Y yo creo que lo que lo has logrado. Ítaca está aún lejos, pero tú supiste cambiar el rumbo. Abandonaste una espiral gobernada por la melancolía que subyace en lo que no pudo ser, y ahora vives ilusionado, mirando hacia el lugar donde todo ocurre una hora más tarde. 

Creo que debes sentirse afortunado por ello. Que debes disfrutar de la felicidad que mereces. 


Desde la distancia, yo me siento afortunado.

Un fuerte abrazo.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Se acerca el invierno

El sempiterno verano llega a su fin. El sol se oculta temeroso tras el horizonte, dejando un panorama de  aparente calma. El estío ha sido duro en la Galaxia. Los supervivientes, hastiados por la lucha, evitan ahora pasear junto a los campos de minas. Pero saben que es inútil. Todos terminarán sucumbiendo a la muerte aunque ahora prefieren  ignorarlo.

Al pie del malecón, junto al barro, una joven sonríe feliz por haber sobrevivido. Cumplió su sueño desde hacía años. Ella cree que la vida le ha regalado cosas y, mirado al cielo, se muestra agradecida. Sabe que todo transcurre despacio en la Galaxia, pero está dispuesta a esperar. "La vida está hecha para las personas como ellas que luchan por aquello que desean.", dice el capitán, que observa atento la escena desde la torre de control.

El contraste a esta imagen lo ofrece una niña pequeña, que corretea con lágrimas en los ojos junto a la orilla de la playa. La pequeña está sola, lejos de su hogar. En su mirada se entremezclan la ilusión y la inseguridad. Sabe que sus padres han cambiado y que se aleja de sus miedos para seguir sobreviviendo. Ella prefiere estas lágrimas a la estela del fracaso. "Una actitud encomiable.", confirma el capitán, que deja los prismáticos en el suelo y recoge el petate. 

"Aquí no hay más que hacer y es hora de marcharme", sentencia. Luego me mira y me dice que "el año que viene, será un verano distinto pero hasta entonces hay mucho que hacer". Concluye entonces su discurso mirando hacia otro lado, y deja en el aire una frase que ya he oído en una serie de televisión: 

"Se acerca el invierno"

miércoles, 7 de septiembre de 2011

¿Por qué escribo este blog?

Parafraseando a David Trueba podría decir que la sinceridad "está sobrevalorada, como los estudios universitarios y las pollas grandes". 

Yo creo que mentir es necesario. Es más: mentirse a uno mismo es necesario. Forma parte de la naturaleza humana. Del instinto de supervivencia. Uno no puede ir a su jefe y decirle que es un hijo de puta. Como tampoco puede uno ir por ahí  diciendo que le gusta mirar a las chicas en falda o las manos de las mujeres, para masturbarse luego pensando en ellas. 

Todos ocultamos algo. Todos tenemos algo que silenciar y todos nos engañamos de un modo u otro. Solo que a veces nos volvemos estúpidos de repente y nos da por hablar de Kant y todo el rollo ese de la moral y de lo que está bien hecho. Cuando ese espíritu nos invade, no es necesario mentir. Basta con guardar silencio, que es el la mentira socialmente aceptada. 

Por eso hubo cosas que nunca te dije. Y por eso creé este blog. Porque muchas veces callo lo que temo, pero casi siempre callo lo que deseo. 

viernes, 2 de septiembre de 2011

Nunca te dije que atravesamos fronteras (II)

Durante el embarque me dedico a mirar al resto de pasajeros. Hoy la mayoría de ellos parecen asqueados. Lo delatan sus ojos tristes, cansados de bregar con su día a día. Supongo que muchos podrían ser felices si supiesen cómo hacerlo. Los gurús que escriben en las revistas de los aeropuertos afirman que para ser feliz  solo basta con pretenderlo. Yo no les creo. Sé que la mayoría de los expertos mienten. Al final todo es cuestión de azar.

El azar cimienta el deseo y precipita la caída de imperios. Es así de sencillo. Muchas veces no puede seguirse una secuencia lógica para argumentar lo que acontece. Ocurren cosas inexplicables. Pero son cosas que están ahí. Que estarán siempre.

En esas cosas que acontecen por azar descubres la felicidad.