Querido Cuaderno
Rojo,
Estaba
deseando llegar a casa para estar un rato a solas y poder escribirte, pero tras
horas de infructuosa redacción empiezo a pensar que mi deseo ha de claudicar ante
la torpeza para transmitir lo que verdaderamente siento. Acudo a ti, por tanto, desnudo de formalismos, y ansioso por relatarte la felicidad que me ha supuesto saber de tu estreno.
Creo que
la primera frase es siempre la más complicada. Y las primeras palabras ha sido
ya escritas. Fuiste acariciada por la tinta de un deseo o de un anhelo. O quizás
fue solo la punzada de un miedo, o una simple fecha, o un extraño recuerdo. Eso
no importa. Lo importante es que diste ya tus primeros pasos y conocerlos, ha supuesto para mí, volver
a rememorar el primer día que acaricié tu cuerpo.
Ahora solo espero que crezcas y continúes llenándote de versos. Materia prima, no va a faltar. Tu
forma combina a la perfección la inherente casualidad de Auster y la belleza
sentimental de Ruibal. Y además, estás en muy buenas manos. Disfrutas de la
compañía de una pluma que desborda sentimientos. Escúchala. Déjate envolver por
su tinta. Humedécete con sus lágrimas. Disfruta de sus carcajadas. Viaja con
ella en sus sueños y teme
con ella cuando te describa sus miedos. Guarda sus confesiones y ayúdala
en todo lo que puedas.
Creo que si atesoras todo
aquello que te cuente, estarás cerca de entender el verdadero significado de la palabra "humanidad".
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