jueves, 15 de septiembre de 2011

Una pequeña carta


Hola pequeño,

He leído tu nota y me he acordado de una canción adorable de Serrat, especialmente apropiada para esos momentos en que uno decide pararse a reflexionar sobre su dicha. Muchas veces resulta conveniente tomarse un respiro y recapacitar sobre lo que nos acontece. También es importante (y a veces inevitable) desistir en el intento por racionalizarlo todo. Reconozco que entonces la mejor alternativa es alabar a Tyche y dejar que nuestro mundo se postre a los pies de la diosa fortuna.

Sin pretenderlo y por casualidad. Eso dices. Puede que lleves razón. Pero no hay que sobredimensionar algunas cosas. Es cierto que el azar es caprichoso, que lo casual forma parte de la vida; pero no es menos cierto que el azar hay que buscarlo. Uno debe  acumular méritos para que la rueda del “determinismo complejo” funcione del modo apropiado. Excepto extraños acontecimientos, como el de nuestro amigo Cristóbal, podría decir que solo quien sabe hacia dónde se dirige consigue llegar al lugar idóneo.

Y yo creo que lo que lo has logrado. Ítaca está aún lejos, pero tú supiste cambiar el rumbo. Abandonaste una espiral gobernada por la melancolía que subyace en lo que no pudo ser, y ahora vives ilusionado, mirando hacia el lugar donde todo ocurre una hora más tarde. 

Creo que debes sentirse afortunado por ello. Que debes disfrutar de la felicidad que mereces. 


Desde la distancia, yo me siento afortunado.

Un fuerte abrazo.

1 comentario:

  1. Me has emocionando, tonto.

    Obviamente, como decía al final de mi misiva, no todo fue casualidad. Había mucho de pretensión, mucho de reenfocar el camino de ambos.

    Pero ya ves, al final la vida no deja de ser ese viaje a Ítaca. Ese eterno regreso a la felicidad. Conocerla fue como ver las gaviotas.

    Espero que tu barco siga amarrado a buen puerto por mucho tiempo, navegante ;)

    Un abrazote

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