miércoles, 28 de diciembre de 2011

Nunca te dije que no eres tóxica


A veces pienso en tu disimulada ausencia, en tu dolor sempiterno, en tu reacción inesperada, en tu melancólica muerte (que me recuerda a la de Chico Ostra), en tu modo de enjuiciar mis palabras, en tu castigo reiterativo e involuntario y en tu incapacidad para cuidar los pequeños detalles. Y entonces siento que me gustaría plantarme, decirte basta, alejarme de tu vida. 

Y pienso que quizás llevas razón. 
Quizás lo mejor es alejarse. 
Evitar esa toxicidad 
que dices desprender
y desaparecer cualquier día... 

Pero luego, no sé cómo ni por qué, pasa algo y me derrumbas. O me derrumbo yo solo, derrotado por mis propios anhelos y por los recuerdos y los años compartidos. Y entonces pienso que si de veras eres tóxica, lo que me gustaría de veras es cogerte con fuerza, atarte a la cama, taparte a los ojos y abrirte de piernas para poseerte. Para follarte muy fuerte. Y lo que de veras quisiera en esos momentos es lamer el jugo de tu toxicidad. Intoxicarme con el venenoso líquido que emana tu clítoris. 

Y pienso que quisiera morir así. 
Embriagado por tus flujos, 
ahogado por la fuerza de tus piernas
que aprietan mi cabeza
mientras tú GRITAS de placer... 

Siempre me quedo con el segundo pensamiento. Porque mi vida es mucho mejor si tú estás dentro...

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