miércoles, 28 de diciembre de 2011

Siento que estoy condenado

Por primera vez en mucho tiempo tengo la sensación de que no voy a cambiar las cosas. Tengo la sensación de que no importa lo que escriba. Siento que al final las palabras que surjan de mi boca serán como la voz que clama en el desierto. Y pienso que aunque logre despertar una tormenta de arena si grito muy muy fuerte, mis palabras resultarán en vano. Porque las palabras ni siquiera sirven ahora para ordenar lo que siento (y al fin y al cabo yo escribía para eso ¿no?)

El caso es que tengo cinco o seis posts acumulados escritos en los últimos días. Y cuando los releo, siento que esos posts reflejan lo que siento solo parcialmente. Solo por momentos. ¿Es porque los recuerdos de este año pesan demasiado? ¿O es que acaso son ligeros y lo que pesa no es más que mi propia vida?

Anoche, en un gesto de rabia, decidí aunar todos mis escritos pendientes en un único post. Estuve tentado de publicarlos y hacer luego mutis por el foro. Porque tengo una cierta sensación de pérdida, de impotencia, ante todo lo que sucede a mi alrededor. Tengo en mi mente el recuerdo repetido del cementerio en Roma que encontraba cada día en mi camino a la universidad. Gente que lloraba, vestida de negro. Gente sin esperanza, que solo viven en el pésame de lo inmediato y son incapaces de ir más allá. 

Ahora yo noto la muerte deambulando a mi alrededor. Noto la amenaza de la neumonía, la hepatitis por pastillas adulteradas y la tentación del alcohol. Noto el líquido de la quimioterapia y el cáncer de mama. Noto la presión de una agenda insatisfecha. Y me ahogo cuando pienso en una decisión precipitada, en una huida hacia mi mismo. En las palabras que guardo y en las que digo y que nadie entiende. Y pienso en la puta mierda que trago a cubos, sin lograr evacuarla. ¿A dónde conduce toda esta estupidez, que es la vida?

No lo sé. Pero no quiero volver a endurecer mi corazón. No quiero volver a ser la roca que un día fui. Y sin embargo, a veces pienso que estoy condenado a ello... Y por eso les escribo una carta a los reyes magos. Y les pido, entrelíneas, que alguien o algo venga un día y me rescaten del naufragio. Aunque sepa que las palabras de esa carta resultarán en vano. Porque ni siquiera sirven ahora para ordenar lo que siento...

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