martes, 13 de diciembre de 2011

Nunca te dije ven

Ven a mi cama, duerme conmigo
entra en mis sueños porque hace tiempo que me he perdido
(Duerme conmigo, Jarabe de Pablo)

Existe en Italia una isla llamada Capri a la que podría haber ido hace unos días. Pero renuncié al plan y acabé en Umbria –más próxima y accesible desde Roma. Y aunque mañana dejaré Italia, me llevo la promesa de que un día volveré a Capri. Y espero no ir solo.

Capri es una lista amarilla. Está repleta de fotografías, de faros que alumbran vidas, de niños perdidos, de recuerdos especiales y de personas que en realidad son perlas coleccionables. Capri es una lista que te alienta a decir ven y  a dejarlo todo...


... Pero yo nunca te dije ven. No abiertamente. No de modo acordado y meditado. No de modo consciente y de común acuerdo. Siempre ha sido un ven extraño y disimulado, un vamos interrogativo, lleno de incertidumbre, de propuestas imprecisas que por haber sido mal explicadas (o mal entendidas) han creado a veces más desazón que entusiasmo.

El problema es que no puedo decirte ven. Nadie puede. Porque la pregunta coarta y aprisiona, es muestra de egoísmo y sinónimo de parálisis. Y ¿qué  ocurre si al final no vienes? Se le ha de quedar a uno cara de tonto, supongo. Tal vez el problema sea el miedo. O las circunstancias. O simplemente la ausencia de un deseo cierto que nos arrastre. Aunque quizás no hay nada de eso. Quizás somos nosotros, seres incapaces y perdidos, que contemplan asombrados la barrera que los separa sin saber cómo reaccionar ante ella.

Cuando no existen respuestas para muchas preguntas, mi mente viaja diez años atrás y se planta en una maceta repleta de semillas a la que cantó Antonio Orozco. Y confirmo que el amor es como una rosa o una flor y que veces solo se trata de coger las herramientas que tenemos a mano (basta la voluntad) y trabajar   para romper el muro de indefinición que nos separa. Porque al final todos los muros se rompen a base de trabajo y esfuerzo. Solo se construyen edificios altos y puentes magníficos porque un día alguien los soñó y  se arriesgó a ser tachado de loco cuando realmente, solo era un visionario.

El amor está hecho de sueños por los que se lucha y trabaja, porque solo el trabajo propicia que acontezca lo casual... Pero no tengo una varita mágica para convencerte de eso. Como tampoco tengo una varita para hacer que se cumplan mis sueños. Pero algunos días (en los que el tedio me invade y tu ausencia me resulta insoportable), pienso en Capri y en los títulos de extraños libros que leeríamos desnudos. Y entonces me gustaría tener esa varita y que estuvieses a mi lado, sin el corazón congelado, para hacerte ver que todo irá bien. Me gustaría tener esa varita para que entiendas que el amor no es como en los libros, sino que se construye desde la voluntad de querer, desde el deseo de explorar la indefinición, y desde la indescriptible sensación de sentirse completo y definido por el otro…

No voy a decirte ven. Pero esperaré (soñando y trabajando para ello) a que un día vengas a mi lado. Desde tu voluntad. Sin importar el tiempo que pase. Y ese día viajaremos a Capri. Iremos tú y yo. Cogidos de la mano, bajo el sol, haciendo tonterías por la calle y riéndonos de la vida. Ese día habremos olvidado lo que podríamos haber sido tú y yo si no fuésemos tú y yo. Porque ese día escribiremos nuestro propio libro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario