martes, 6 de diciembre de 2011

Nunca te dije que el marrón es el color del otoño

Hojas secas en el suelo. Una patada al aire para expresar la rabia. Y las hojas que vuelan... Suben a un cielo gris y macilento. El mundo pierde color en tu ausencia. El azul está solo en tus manos, que sostengo entre las mías. Caricias, caricias, caricias. Envés que toca la palma. Palma que roza el envés. El amor huele como un trozo de pan recién horneado. Pan de leña cocido a fuego lento. En la mesa, a mi lado, hay migajas de ese pan por todos lados. Y pienso que nada importa. El pan no es más que trigo molido, que alimenta después de haber sufrido el calor de la leña. La leña es marrón, como el otoño. Como tus ojos, que hace poco me miraban y reflejaban el brillo y la verdad. Me gustan tus ojos porque me vuelven transparente. Dejé de ser opaco cuando tu alma comenzó a rasgarme por dentro. Ya no existen muros marrones. Solo hojas secas que crujen con mis pisadas. Solo pan que es trigo molido y me alimenta. Y en la mesa hay también un vaso con agua. Y pienso que el cristal no es débil. Es sólo un material delicado que sostengo, con cuidado, entre mis manos. 

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