lunes, 19 de diciembre de 2011

Nos vemos pronto

He perdido lo que había escrito para ti. La informática es así. Los ordenadores se rompen sin pedir permiso. Y ahora me veo obligado a reconstruir nuestra historia de nuevo. Debería ser capaz de hacerlo sin problemas. Cuando uno se sincera, las cosas suelen surgir con fluidez ¿O acaso es cuando trato de mirar al corazón cuando más perdido me siento? Supongo que al final va a ser cierto eso que dices de mí: el problema no es que no sepa explicarme. El problema es que trato de explicar demasiadas cosas y de un modo demasiado comedido. Probablemente debería ser más impulsivo. Probablemente debería quererme más. Tal vez me iría mejor si supiese modelar las circunstancias, jugar con ellas. Dar una de cal y tres de arena... Quizás debería saber emplear las lágrimas de cocodrilo y no los abrazos recetados del doctor Turnedo, a los que hacía referencia nuestro amigo Ferreiro. 

Pero ahora eso no importa demasiado. Lo que importa es que al final vamos a poder hablar de todo eso cara a cara. Porque vamos a conocernos. Por fin podrás abrazarme. Después de tanta insistencia. Y después de tanto plan pospuesto (siempre por mi culpa, que vivo entre las dudas y la incertidumbre,  entre el miedo a lo desconocido). Parece que será en 2012. No sé muy bien el día. Pero me gustaría que fuese junto al mar mediterráneo. Porque en la orilla donde rompen las olas deberíamos hablar sobre el determinismo complejo. Sobre las cosas que nos unieron. O sobre la importancia de permanecer. Ahí podremos escuchar a Pau Donés y conversar sobre bucles de mentiras, sobre ignorancia dañina o simplemente sobre la nueva vida que construimos ignorando aquel fatídico verano

Porque en el fondo, siempre tenemos el derecho (o la obligación) de ser dueños de nuestros silencios. Porque la vida nos enseña que algunas cosas permanecen, a pesar de todo, por encima de todo. Y quizás ahora no sepa reconstruir nuestra historia. Pero me importan los hechos. Y me importa que hayas sabido quererme de ese modo tan extraño, haciéndome partícipe de una vida que hace relativamente poco me era ajena. No habrá más excusas. Y nos veremos pronto. Lo prometo.

2 comentarios:

  1. Precioso lo que dices: la importancia del permanecer. En cuanto a la forma extraña de querer... ¿hay otra forma? ¿No es extraño de por sí que dos personas que nunca tuvieron nada en común de repente formen vínculos artificiales pero tan arraigados? No hablo de nosotros, sino del "querer" en general.

    Si alguna vez te preguntas por qué: "porque mereces la pena" Nunca he pretendido más.

    ResponderEliminar
  2. Hay tantas cosas a nuestro alrededor, que uno nunca sabe las que merecen la pena. Miento: a veces lo intuye. El problema es ser consciente de ello y luchar solo por las que merecen la pena. Me acabas de dar otro post, pequeño.

    ResponderEliminar