sábado, 8 de octubre de 2011

Amistad

Esta mañana, después de un cruce interesante de frases en Facebook, he pensado sobre la gente que desaparece en nuestra vida, sobre la cantidad de gente que está siempre y a la que a veces no le prestamos atención. Una de las frases que me ha invitado a reflexionar decía así:

No te preocupes por las personas de tu pasado, hay una razón por la que no están en tu presente y por la que no llegarán a tu futuro.

Había otras frases que me han parecido interesantes. Una de ellas hablaba continuar hacia delante a pesar de las dificultades, otra sobre la gente perfecta (que no existe) y una última, dolorosa de leer, decía:

No dependas de nadie en este mundo, porque hasta tu sombra te abandona cuando estás en la oscuridad.

Yo no creo en las verdades absolutas. Tampoco en las cadenas ni en las frases tópicas o hechas, aunque reconozco que quizás esas frases encierran parte de verdad (o quizás no, no lo sé... ¿ya he dicho que no hay verdades absolutas?).

De mi vida ha desaparecido gente que ni me va ni me viene. Como he tenido que emigrar, he vivido la lejanía de amigos que luego no he recuperado (en parte porque no he hecho nada por recuperarlos). También me he alejado intencionadamente de otros a los que me he reencontrado (con alegría) más tarde. Supongo que a todos nos ocurren esas cosas. Supongo que a ese tipo de decepciones y vivencias se les llama madurez. Pero a mí marcharme de casa me sirvió para priorizar muchas de mis relaciones y alejarme de ambientes que me pesaban y personas que no me aportaba demasiado.

Conforme han pasado los años he tenido todo tipo de experiencias. He conocido a gente que se ha abierto a mí sin yo esperarlo. He tomado cafés interminables con personas mayores que yo, que han reflexionado conmigo sobre teología y literatura. He compartido madrugadas y confesiones con personas a las que nunca les he visto la cara. Y he experimentado un tipo de amistad alejado de los cánones de amistad infantil. Ahora no se me ocurriría prescindir de esas personas o alejarme de ellas porque he aprendido a compartir con muchas de esas personas lo que ocurre en mi vida.

Por eso podría decir que actualmente tengo muchos amigos. Cada uno de ellos lo es a una escala distinta. Y estoy feliz por lo que me aportan. Conozco a gente a la que puedo llamar una tarde para invitarlos a un café y terminar abrazándome a ellos. Y conozco a gente a la que puedo llamar para jugar a juegos de mesa. No todos son amigos íntimos (esos se cuentan con los dedos de una mano), pero todas esas personas me aportan cosas. Y no quiero que esas personas se vayan jamás de mi vida. Aunque me hayan hecho daño de forma puntual, o hayamos discutido mil veces (recuerdo un verano, cuando tenía 14 años, que recibí una vieria como regalo de reconciliación de quien es mi mejor amigo). Todas esas personas me aportan cosas y no sé si las trato bien. Porque yo sé que las tengo, pero no a todas les demuestro que me tienen a mí. 

(A mi hermana, por compartir su vida conmigo)

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