miércoles, 12 de octubre de 2011

De qué hablo cuando hablo de amor


Con una sola caricia
te hago brillar con todo tu resplandor 
Paul Eluard (El amor y la poesía)
  
Ha sido un día duro, lleno de reuniones intrascendentes. El balance no cuadra. A la cuenta de pérdidas y ganancias le sobra uno de sus nombres y en el debe de la empresa hay más de lo que debiera haber. Tu jefe, incapaz de percibir su incompetencia en todo el asunto, insiste en crear espíritu de equipo. Os alienta a todos a seguir con la auditoría, evidenciando que no le importa tu retraso. Lo importante para él es que todos saquéis la situación adelante, insiste, y entonces emplea una jerga sobre motivación que ni siquiera él comprende. 

De camino a casa, el tráfico es denso. Estás parado en el enésimo semáforo y piensas, de repente, que quizás ese coche averiado forma parte del inmovilizado material del que hablaba tu jefe. Sonríes ante tu estúpida broma. Luego reinicias la marcha.

Por fin llegas a casa. Ahí está ella: sentada en el sofá, viendo las noticias. Aflojas el nudo de la corbata y le das un beso. Es el mejor momento del día. El momento en que puedes contarle lo que has hecho y en el que ella te cuenta cómo se han dado sus clases en el colegio. Te gusta que te sonría mientras lo hace. Te gusta que critique a esos pequeños demonios, porque sabes que anhela tener uno que contigo, y te gusta también que suspire cuando habla de sus agobios, de sus miedos. 

Es la misma rutina de todos los días, pero es una rutina que te hace feliz. Es una rutina que necesitas: las bromas mientras cocináis juntos, la estúpida discusión sobre qué serie ver esa noche, la asignación de tareas para el día siguiente y el abrazo tierno del sofá, acompañado siempre por la súplica de un masaje en los pies. Eso es para ti el amor. Llegar a casa y encontrar en ella un oasis. Abrazarla cuando estás cansado, tocarla cuando sientes que has perdido el norte, susurrarle al oído las buenas noches, cuidarla cuando estás enferma, fotografiar su cuerpo desnudo en las madrugadas de sexo salvaje, leer un libro a su lado cada mañana y fantasear sobre el devenir del mundo... 

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