martes, 4 de octubre de 2011

Nunca te dije que te engañas


Acumular mentiras no va a servirnos demasiado así que me permitiré el lujo de confesarte lo que pienso de realmente ti: estás repleta de errores que ignoras. Y lo peor no es que los desconozcas, no. Lo grave del asunto es que esos errores son tan evidentes que tu incapacidad para verlos me deja estupefacto.

Reconoces tener fallos (todos los tenemos). Dices estar repleta de defectos (¿y qué?). Lo importante es que ignoras lo esencial. Por eso no aciertas a rehacer tu vida. Porque careces de la habilidad primitiva para reconocer la ley que gobierna los estados de ánimo ajenos. Y sin esa habilidad nunca podrás salir del profundo pozo en que te encuentras.

Estás perdida porque miras en la dirección equivocada. Te miras a ti una y otra vez, pero crees que interpones la felicidad ajena a la propia. ¡Vaya modo de engañarse! No entiendes nada (y jamás entenderás nada). Eres incapaz de mostrar verdadera delicadeza en el trato o verdadero interés por entender a los demás (o por saber lo que hacen y lo que siente...). Por eso caerás una y mil veces. Te engañarán hasta decir basta (¿O es que acaso no has iniciado ya una nueva caída?) 

En fin, disculpa que me tome estas licencias pero alguien tenía que decírtelo (aunque sé que no te darás por aludida porque jamás leerás esto).

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