- ¿Y cómo es esa avenida? -le pregunto.
- Es grande. Hay árboles a un lado y a otro. Y hay también un parque donde los niños pasan la tarde jugando...
- ¿Es una avenida paseable?
- Sí. Muy paseable. Está llena de gente, que es como decir que está llena de vida.
- ¿Y hay bancos?
- Sí. Hay bancos a ambos lados. Para sentarse y disfrutar de la luz que se cuela por entre las ramas. Para relajarse y dejarse anestesiar por el sol.
- ¿Y cómo se llama esa avenida?
- No puedo decírtelo.
- ¿Por qué?
- Porque no tiene un nombre fijo.
- ¿Qué quieres decir?
- Pues que la avenida no tiene siempre el mismo nombre. A veces es la Avenida de la Felicidad, porque los niños sonríen y gritan despreocupados. Otras veces es la Avenida de la Tristeza, porque los niños lloran desconsolados, sin poder encontrar los columpios. Y también es la Avenida del Miedo y de las Dudas. Sobre todo al caer la noche. Que es cuando todo es oscuro e incierto...
- Entiendo...
- ¿Seguro? -me pregunta extrañada- No es tan sencillo de entender, ¿eh? Porque el nombre depende realmente de muchas cosas. No solo de los niños del parque. Ni de si es de día o de noche. Depende de otras muchas cosas que no pueden verse a simple vista. Son cosas invisibles. Y a veces es casi imposible saber cuál es el verdadero nombre de la avenida en un determinado momento...
- Hummm... -dudo, rumiando sus palabras- O sea, que aunque es una avenida, son muchas a la vez.
- ¡Eso es! Es una avenida, pero no siempre es la misma. Es una avenida que cambia.
- Lo entiendo -le digo, ahora mucho más convencido.
Dudo un momento y luego añado:
- Debe ser una avenida preciosa.
- Es una avenida extraña y compleja. No sé si es bonita o no.
- Bueno, yo no la he visto. Pero intuyo que debe ser preciosa.
- Realmente, lo es -me dice sonriendo.
Te estás intoxicando de Murakami. Pero me gusta...
ResponderEliminarCreo que es el mejor cumplido que me han dicho nunca... O no, no sé... porque tú me tratas bastante bien :) Me alegra que te gustase, pequeño ;)
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