- Buenos días, señor.
- Calla, por favor. No me interrumpas.
- ¿Por qué? ¿Qué haces?
- Miro al horizonte, ¿no me ves?
- Sí... Pero ¿por qué lo haces?
- Espero a que salga el sol. Colecciono amaneceres.
- ¿Coleccionas amaneceres?
- Los guardo en mi retina. Los capturo.
- ¿Y para qué los quieres? ¿Los venderás luego?
- No. Los amaneceres no se venden.
- ¿Se alquilan?
- Tampoco.
- ¿Entonces, qué sentido tiene hacerlo?
- No lo entenderás.
- Explícamelo.
- Los guardo celosamente. Los atesoro para revivirlos.
- ¿Los amaneceres?
- Sí. Los imagino de nuevo. Los saboreo lentamente, tumbado en el césped mojado. Imagino todo lo que sucedió mientras el sol empezaba a surgir de nuevo. Un nuevo día que disfrutar de este mundo repleto de insatisfacción.
- ¿Qué haces cuándo piensas en los amaneceres?
- Me detengo en los detalles. En las personas que estaban conmigo y en las que me gustaría que hubiesen estado.
- ¿Son valiosos tus amaneceres?
- Sí.
- ¿Todos los que has vivido?
- No. Tengo amaneceres anodinos y decrépitos, llenos de indiferencia y pasotismo. Y tengo otros de lujo.
- ¿Amaneceres de lujo?
- Amaneceres especiales por las personas que estaban conmigo en ese momento, o por el paisaje. Amaneceres de pasión.
- ¿Y también coleccionas atardeceres?
- No. Los atardeceres no se guardan. Son momentos para hablar de tu día a día. Para tomar café y reír. Los atardeceres son oásis para estar junto a ella.
- ¿Junto a quién?
- Junto a la chica que valora mis amaneceres.
- ¿Quién es esa chica?
- No importa su nombre.
- Pero si no tiene nombre, no existe.
- Sí existe. Porque tiene voz. Y cada noche me dice "abrázame.". Y me dice "Quiero que durmamos juntos esta noche." Y si yo le pregunto "¿Solo esta noche?" ella responde: "Al menos esta noche". Y yo la beso y la abrazo. E imagino que llega la primavera. Y que todos los amaneceres a su lado van a ser amaneceres de lujo.
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