sábado, 5 de noviembre de 2011

De qué hablo cuando hablo de escribir

Estamos solos tú y yo. Pero tú no eres nadie. Tú no tienes sentimientos. Tú solo guardas silencio. Permaneces impasible y esperas que sea yo quien te hable. Eres un trozo de papel en blanco. Eres un objeto inanimado. Eres la puta que se deja mancillar por mi pluma gastada. Eres una ramera más en este circo de la vida. Eres la estrella de un burdel de carretera donde ingieren  semen sin oponer resistencia. 

Porque tú jamás protestas. Te dejas violar una y otra vez, sin condiciones. No existe el mañana. No importa el mañana. Solo es relevante el ahora. Lo que vivo. Lo que escribo. Lo que anhelo. Y toda esta contrariedad, toda la inutilidad de mi existencia, se condensa en miles de palabras que salen a borbollones de mi espina dorsal e invaden todo tu cuerpo. 

Tú eres complaciente y te dejas llenar por líquido cefalorraquídeo de mis sentimientos sin susurrar basta.  Y tus páginas sugieren: Penétrame. E imagino que me suplican: Córrete dentro de mí. Pero tú no hablas. Tú solo escuchas. Y presencias, impertérrita, mi defunción lenta y agónica. Y permites que me vacíe dentro de ti, a sabiendas de que no podré salir incólume de esta habitación fría y oscura. Y permites que me desangre reafirmando mi verdad. Y permites que acaricie la ilusión de que este será nuestro último polvo salvaje...

No hay comentarios:

Publicar un comentario