En la
vida existen muchos momentos jodidos. También existen muchos placeres -algunos
compartidos, otros para disfrutar en solitario-. Destaco hoy el placer
compartido. La sensación que te inunda cuando compartes tu vida con alguien.
Cuando dejas que se asome a tu mundo. Cuando entiendes que no todo está perdido.
Cuando alguien (en su día a día y de forma casi involuntaria) te rescata del naufragio.
Llevo un
tiempo pensando y no sé si la palabra correcta para definir lo que se siento es
empatía. Porque no sé si empatía es sinónimo de sonreír y de ser feliz. No sé
si la empatía es bromear juntos, una y otra vez, y llorar inmediatamente
después. Ni sé si es lo mismo empatía que “abrir tu corazón” (aunque sea tímidamente).
Y no sé si la empatía es querer abrazar a otra persona (infinitas veces) y bailar
junto a ella la música del mundo ¿En eso consiste la empatía? ¿En escuchar la
música y acompasar tus pasos con la melodía?
El caso
es que debería existir una palabra para todo eso. O mejor, varias palabras. Y
si no existen, deberíamos inventarlas. Porque existen palabras como miedo,
soledad, dudas, incertidumbre, grisáceo, oscuro, desolado, triste, defraudado,
incapacidad, daño, olvido, odio, pasado, adiós… Y usamos a menudo esas palabras
cuando estamos mal. Pero no existen palabras para hablar del diálogo que escarifica
tu piel dejando que brote todo aquello que te ahoga. No usamos palabras como confidencialidad,
sintonía, familiaridad, confianza, bromear, jugar, acariciar, regalar momentos, escuchar canciones,
poemar recuerdos… Ni hay palabras en nuestro día a día para hablar de
habitaciones oscuras en las que sale el sol, ni para hablar del aprecio hecho
cariño a pesar de la distancia. No hay una palabra que resuma nada así. O al
menos yo no encuentro una palabra así para resumir los momentos felices de mi última
semana. Así que creo que deberíamos inventarlas. Y al menos que me sirvan a mí (y a mi frágil memoria) para no olvidar jamás los buenos momentos que me regalas…
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